domingo, 24 de junio de 2007

Volví a mirar para afuera,

y otra vez para la oficina, buscando aliados para mi silencio. Pero no, estábamos solos.
Él, gigante, parado frente a mi escritorio, con las manos apoyadas en mi cuaderno y el cuerpo inclinado hacia mí, esperando. Yo, diminuta, hundida en la silla y mirándolo mientras ensayaba adentro de mi cabeza palabras que no salían.
Levanté los hombros y las cejas, se me agrandaron los ojos y el colmillo de arriba se me clavó en el labio de abajo conteniendo la risa nerviosa que se escapaba, más allá de mi voluntad.
Rafa también sonrió, pero él movía la cabeza para un lado y para el otro como dibujando un "no" cómplice de mi imposibilidad: ay, Flaca, Flaca... qué voy a hacer con vos...

¿Tenerme un poquitín de paciencia?
, le dije con el hilito de voz que me salió en medio de la batucada de palpitaciones que era todo mi cuerpo en ese momento.

A las dos horas estábamos en mi casa quitándonos, uno al otro, la ropa empapada. Y después nos frotamos, nos acariciamos, nos lamimos, nos olfateamos y nos descubrimos un poquito más. Y otro poco, y otro.

Anoche durmió en mi cama. Mientras él se ducha y yo preparo el desayuno me acuerdo del momento en el que sentí que su respiración cambiaba, el cuerpo se relajaba y su brazo, pesado, me envolvía. Después dormimos toda la noche abrazados.
Y mientras se calienta el agua y el olor a tostadas inunda todo, me doy cuenta que desde que me levanté que me estoy riendo. Que voy y vengo por la casa mientras me río.
Y que hacía mucho que no me reía así.





(elis regina se ríe con "vou deitar e rolar + aviso aos navegantes")

lunes, 18 de junio de 2007

Hace muchos días que llueve.

Desde acá casi no se diferencian los edificios del cielo. Es un paisaje todavía más monótono que el de costumbre.

De todas formas esta mañana para mí la lluvia funcionaba como una especie de imán que me obligaba a mirar todo el tiempo para afuera. Nunca me habían llamado tanto la atención esas oficinas de enfrente que tienen los vidrios como espejados. Será que el agua los mojaba y les daba un brillo distinto, no sé.
¿Querés o no? me preguntó Fabiola con el brazo extendido y el mate en la mano.
Sí, sí, perdón, no me había dado cuenta
.
Estás re colgada hoy, ¿en qué andás Flaca?
En la lluvia,
y sonreí. Estiré el brazo para llegar al mate y cuando lo traía hacia mí me choqué con la pierna de Rafa, que entraba a la oficina por la puerta que hay detrás de mi escritorio. Nos agachamos intentando hacer algo con el enchastre de yerba desparramada por la alfombra y él rozó con su dedo pulgar el mío, que todavía apretaba fuerte el mate como si fuera un trofeo. Está bien que hoy no me tocaba venir, pero no es para recibirme así ¿no?, hola nena, susurró con una sonrisa.
A mí no me salió nada mucho más ocurrente que una especie de no cómo vas a pensar eso disculpame es que no te había sentido entrar esperá que voy a buscar algo para limpiar esto perdoná en serio, así, todo junto y casi pegado a un beso tan torpe como el golpe con el mate en la pierna.
Todo eso mientras rebotaba desde mi cabeza hasta el medio de mi estómago ese hola nena y mis ojos se desviaban de los suyos de una manera casi grosera.

Cuando volví a la oficina todos lo rodeaban y lo escuchaban contar su reunión del viernes con el gerente ...vamos a tener que cambiar el acuerdo que hicimos, fijate, las cosas no están igual desde la auditoría del mes pasado, acá nadie dice nada claro pero las cosas no andan bien, cómo justifico yo la excepción que se venía haciendo con vos, vas a tener que venir todos los días... Y todos cabeceaban con gesto de reprobación y pedían más detalles de lo que habían hablado.
Aníbal, como siempre, lo primero que hizo fue putear contra el gerente que se la da de buenito pero a la primera de cambio, si tiene que salvarse solo no va a dudarlo ni un segundo y nos deja a todos en la calle sin el menor remordimiento. Y el resto asentía con la cabeza y se contagiaba de comentarios y ejemplos anteriores. Ya conocidos por todos.
¿Pero cómo vas a hacer, Rafa?, ¿vas a poder con el trabajo en el diario también?, si este tipo sabe bien cómo es tu situación, interrumpió Susana.
Qué se yo, no me queda otra, de alguna forma me voy a arreglar, pero sí, me parte al medio...
Todos siguieron opinando. Yo fui y vine de la oficina a la cocina dos veces, con el trapo y la yerba mojada y sin decir una sola palabra.

Al rato la oficina volvió al ritmo de siempre. Cada uno sentado en su escritorio, detrás de la pantalla que tiene asignada, con su teléfono y sus papeles. Porque acá adentro es así, todos somos una computadora con un código de acceso, un teléfono con un número de interno y un lugar que nunca cambiaremos hasta que nos cambien de lugar o dejemos de trabajar para la empresa.
Sin embargo, de vez en cuando volvía a hablarse del tema de Rafa y se deducían más consecuencias de la famosa auditoría.

Rafa me miró más de una vez, como lo hace desde hace tiempo, con esa mirada que pregunta o que dice cosas que los demás no entienden.
Yo, como desde aquél día que estuve en su casa, no pude hablarle ni con los ojos, ni con la voz, ni con nada.

El edificio de enfrente ya no brilla tanto como a la mañana. ¿Los que trabajan ahí, detrás de los espejos, sí podrán vernos a nosotros?, ¿cómo será vernos desde afuera? Ya falta poco para irnos y no deja de llover. Ese grupito que cruza la avenida, todos con los paraguas del mismo color, parecen de una publicidad. Qué graciosos que quedan.
Me voy a empapar. Para variar, no traje paraguas.

La pregunta de Rafa me despabiló: Flaca, ¿hasta cuándo me vas a seguir evitando?
Cuando levanto la vista y lo veo ahí, parado delante de mi escritorio, miro al rededor.
Ya se fueron todos.




(caetano canta y pregunta algo parecido en "sozinho")

domingo, 10 de junio de 2007

Ya deben estar todos.

Qué lento que está el tránsito hoy en el microcentro. Bah, hoy no. Siempre es así de denso. Pero estoy llegando tarde y detesto cuando llego y ya están todos.
Seguro que entro y están en la típica charla de los lunes, poniéndose al día y contando lo que hizo cada uno en el fin de semana. En pleno intercambio de películas, salidas, cenas y paseos.

A veces siento que la vida de los otros es tanto más comentable que la mía. O será que yo cuento poco.
Podría probar hoy y contar lo del viernes en el bar con el mocito. Le daría al anecdotario de siempre un tono bien diferente. Porque si de algo no se habla es de ese tipo de cosas. No, por lo menos, mientras lo que te dejen es un sabor amargo o ese vacío con el que anduve todos estos días. Se cuentan los aciertos, los logros. Y lo intrascendente.

De todas formas, me río de solo imaginar los ojos de Mariela al escuchar cómo terminó esa noche. Creo que no vuelve a dirigirme la palabra nunca más. Ella siempre tan correcta, tan felizmentecasada, tan madre abnegada, tan aburrida.
Al que seguro le gustaría escuchar una historia así es a Aníbal. Se saldría de la vaina por ponerse en la piel del mozo y vivir un levante como ése. Él, que siempre se la pasa buscando en las series de la tele la historia que le llene el alma de las aventuras que nunca va a vivir, y que se hace un festín de ratones con cada boca, cada teta o cada culo que le ofrece la pantalla. Aunque después tendría que aguantármelo más meloso que nunca. Qué pesado se pone cuando le entra la onda qué seductor que soy.
Y en cambio Susana, pobre, se preocuparía. Me parece escucharla: ay, nena, tenés que tener más cuidado donde te metés. Hay tanto loco suelto. Vos te merecés alguien bueno y sano. No cualquiera que lo primero que quiera es llevarte a la cama.
Aunque yo tampoco haya querido otra cosa que ir a la cama con él, Susana no podría admitirlo como una posibilidad. Las mujeres no somos así para ella.

En cambio Fabiola me entendería. Con ella tenemos esa especie de conexión más allá de las palabras que está buena. Nunca hablamos demasiado de las cosas de cada una, no somos amigas por fuera del trabajo, pero igual me une a ella un afecto distinto que al resto. Y sé que es recíproco. Creo que si un día nos sentáramos a hablar fuera de la oficina nacería una amistad de esas que hacen bien. No sé por qué nunca lo hicimos.

Y por suerte hoy no va Rafa. No podría contar algo así delante de él.

De todas formas, no sé para qué pienso todo esto si cuando llegue lo que menos voy a hacer es contar lo que hice el fin de semana.
Seguramente sonreiré y diré: nada del otro mundo. Dando paso a lo de este mundo, el que podemos compartir todos.

Pero, ¿tendrá otro mundo Mariela más allá de los logros de sus hijos?, ¿y Aníbal, y Susana...?
¿O realmente serán mundos más mostrables los de los otros?

No sé, mejor me callo.
Si igual para todos ahí adentro ya soy la misteriosa, la complicada.
La rara.

("gentileza" por marisa monte)

sábado, 2 de junio de 2007

- Nos encontramos allá,

y mirá que no vuelvo a atender el teléfono, no me dejes plantada.
Paz no aceptaba que quisiera volver a quedarme en casa otro viernes a la noche, como el anterior y el anterior y el sábado pasado y el otro. Paz no quería otra vez mi silencio. Ni volver a tener que arrastrarme hasta la ducha, obligarme a que me bañe, llevarme a la rastra hasta el psiquiatra, seguirme de cerca para que tome la medicación, no. No quería eso ni para mí ni para ella. Cuando cortó pensé en eso, la imaginé pidiendo por favor no tener que volver a bailar atrás de mi depre.

Agarré la campera, el gorro, la mochila y salí.

- Siempre igual este bar, siempre lleno, mirá que hace años que venimos ¿eh?, y no paran de laburar estos gallegos. Acá estamos medio apretadas, pero me parece que igual está bien ¿no?, dice al verme entrar.
- Da igual, lo importante es que lo lograste y acá me tenés.
Yo sonrío, ella pone cara de dejatedejoderysentatedeunavez.
- Ahora decime, ¿cómo no íbamos a hablar de todo lo que pasó, Flaca?, ¿cómo ibas a guardarte todo eso adentro?, me imagino lo que habrá pasado por tu cabeza en todos estos días. Pero, ¿cómo me voy a enterar por Mauro de todo esto?, ¿no pensabas decírmelo?
Y yo no supe qué contestar. No sé si pensaba decírselo o no. Quizás no, es verdad.
- Que se yo, era una cuestión de él, ¿qué teníamos que hablar nosotras de eso?

(se acercó abriéndose paso entre la gente y las mesas, y capturó mis ojos unos pasos antes de llegar a la nuestra, sonrió sin dejar de mirarme, preguntó qué nos íbamos a servir, pasó el trapo, levantó la propina que le habían dejado, volvió a sonreír sin apartar sus ojos de mis ojos y se perdió otra vez entre la gente y las mesas)

- Es nuevo ¿no?, no está nada mal.
- Qué se yo, sí, creo que sí, pero ¿me estás jodiendo, Flaca?, oíme, ¿cómo que no tenemos nada que hablar?, ¿te creés que no sé lo que te pasa a vos con todo eso? Qué me importa que Mauro no tenga idea de lo que hace de su vida, y mucho menos que el nuevo mozo esté bueno. Vos sos mi amiga. Me importás vos, y lo sabés. Te conozco y sí que hay mucho que hablar. Ahora dale, dejate de decir huevadas y empezá a contarme.
- Ya lo sé, nena, ya lo sé. Es que no sé ni por dónde empezar.
Pero empecé. Y de pronto estaba en aquel otro bar con Mauro demacrado y poniéndose serio y diciendo la palabra hijo. Y yo impávida y sin palabras, otra vez…

(volvió con los dos chops helados, volvió con sus ojos hipnóticos, me sonreí para él, para sus ojos, aceptando el desafío. y entonces mis ojos buscaban doblegar a los de él, que sonreía sin sacarlos de los míos, mientras acomodaba un chop, el otro, apenas mirando de reojo la mesa, e intentando no perder en la pulseada ocular)

…y después mi caminata por las calles iluminadas con esa luz distinta que hay cuando caminás en horas en que nunca lo hacés, llevando a cuestas mi desierto en medio de la ciudad. Y de pronto, estar cerca de lo de Rafa…

(de lejos igual seguía el juego, el bar lleno de gringos y de porteños snob entre los que dos ojos conducían mi cabeza como si fuera una marioneta, para un lado y para otro. ojos que se acercaban o se alejaban, que se perdían y volvían a aparecer para tomarme de rehén)

… y poder llorar en su abrazo y la película con chocolate y el beso. Y otra vez a casa, sola y sin poder volver a salir mas que a trabajar y porque no me queda otra. Y evitarlo a Rafa todos estos días más allá de la oficina…

(trajo los nuevos chops que le pedimos, y cada vez nos miramos con más impunidad, delante de Paz que seguía hablándome, y de los de la mesa de al lado que estaban cerca, cerquísima. y me perdí en su mirada y me dejé llevar, sin importarme nada, me dejé raptar, me olvidé de todo. allá iba yo, a donde me llevaran sus ojos)

Y Paz, entre todo lo que hablamos -porque igual hablamos, no sé cómo, porque yo era dos ojos en dos ojos, pero hablamos y mucho-, de vez en cuando me decía cosas como Flaca no empieces, te vas a meter en otro quilombo en medio del quilombo, cómo sos, Flaca, no te escapes con la primer sonrisita que se te cruza, estás dolida, estás confundida, no te enganches en pendejadas y dejá de mirar al mozo ése, dale, contame más de Rafa si no querés seguir hablando de Mauro, dale que me late que ese tipo te quiere bien, …
Y el bar quedó cada vez más vacío, Paz y yo seguimos hablando, él y yo nos seguimos mirando.

Y encandilada y sin tener idea de lo que hacía ni decía, terminé esa noche subiéndome a un taxi con un mozo con dos ojos y sin nombre. Y llegué a una casa que no recuerdo ni dónde queda, pasé de un living donde había gente que no conozco a un cuarto del que sólo recuerdo una cama ya usada en la que cogimos como dos animales que una vez que se olieron no pudieron hacer otra cosa que cogerse así, sin palabras, ni caricias, ni nada. Y cuando se me cerraron los ojos a fuerza del máximo goce, recién cuando se me cerraron los ojos y todo acabó, me sentí descolocada, vacía y triste, otra vez.