viernes, 30 de marzo de 2007

6 p.m.

Ni un minuto más. Ya cierro todo y me voy. No veo la hora de llegar a casa. El día duró años. No me distraje nada, pensé todo el tiempo. Mauro llamó dos veces y no lo atendí. María ninguna. Yo no llamé a nadie. Me sé todos los detalles del capítulo de ayer, como si no me lo hubiera perdido. Rafa me trajo un marroc cuando volvió de su almuerzo. Y yo, por lo menos, no lloré.

jueves, 29 de marzo de 2007

Qué difícil estar acá.

La oficina está más ruidosa que nunca. Todos entran y salen, tipean en sus computadoras, suenan los teléfonos, hablan fuerte, se ríen, comentan el programa de ayer. Y a mí me pesan los ojos. Me laten. Debo estar hecha un monstruo. Nadie me dijo nada, pero se me debe notar en la cara. Es indisimulable. Encima las cosas acá no están como para faltar. Si en cualquier momento caen a auditarnos. Igual, ¿qué hubiera hecho?, ¿quedarme en casa dándome máquina?, ¿llorando, puteando, tirada en la cama? Mejor era despejarme. Pero no me despejo nada. No paro de pensar. Por lo menos no estoy tirada en la cama. Ellos siguen riéndose sobre el programa de ayer. Cómo te lo perdiste Flaca, me dicen. No sabés qué bueno que se puso. De los mejores capítulos. Qué lástima que no lo viste. Justo ayer. A vos, que te gusta tanto cuando se arman esas situaciones entre ellos dos, y que parece que no van a poder resolver nunca. Los guionistas son geniales, eh. Hay que ver cómo lo resuelven la semana que viene. No te lo podés perder, no. Y yo sonrío como si estuviera prestándoles atención. Intento comentar algo. No me sale mucho, pero ellos no se dan por enterados. Vuelvo a mi teclado, a mi pantalla, a trabajar, o por lo menos, a hacer que trabajo. Levanto la vista. Todos siguen en la suya menos Rafa. Él me mira. Me sonríe. Como preguntándome qué me pasa, o como diciéndome sé que te pasa algo. Le sonrío. Vuelvo a bajar la mirada. Trago saliva, miro el teclado. No quiero que se me escape una sola lágrima.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Esas imágenes.

En medio de la oscuridad, no puedo sacarme esas imágenes de la cabeza. Mauro, María, yo llegando. Mauro sin darse cuenta. María mirándome a los ojos. Yo paralizada. Mauro dándose vuelta. María separándose de su cuerpo. Mauro mirándome a los ojos. Yo paralizada. Mauro acercándose. María diciéndole pará, dejame explicarle a mí. Mauro pidiéndome no te pongas mal. María agarrándome de la mano y llevándome a la otra sala. Yo sacándome su mano de encima. Yo sintiendo mis latidos más fuertes que sus voces. María pidiéndome perdón. Mauro buscando abrazarme. Yo diciéndole que es un hijo de puta. Yo queriendo no mirar para donde estaba María. Mauro diciéndome dale, vámonos y hablamos tranquilos. Yo con el cuello mojado, con la cara mojada, con los ojos hirviendo. Hijos de puta, son dos hijos de puta. Y yo la más boluda. Mauro diciéndome no, no digas eso. María diciéndome no, no digas eso. Digo lo que se me canta.
Después Mauro abrazándome. Los dos llorando. Mauro diciéndome que se siente un pelotudo, que nunca tendría que haber pasado eso, que lo único que le importa es que yo lo perdone, que se dejó llevar pero que ahora se siente el más boludo, que me ama, que lo perdone, que él no se lo va a perdonar nunca, pero que yo lo perdone, por favor. Yo como sedada, anestesiada, dopada, mirándolo llorar, buscando explicar, abrazándome, diciendo te amo, perdoname, perdoname. Yo como dopada, con el cuello mojado, la cara mojada, los ojos hirviendo, hinchados. Anestesiada. Diciéndole vamos, nos esperan en la fiesta.
Lavémonos la cara y vamos.

martes, 27 de marzo de 2007

Me sobresaltó un trueno.

Siempre me sobresaltan los truenos. Los relámpagos no cumplen, en mi caso, la función de avisar lo que se viene. Yo me sobresalto igual. De todas formas, esta vez no vi la luz del relámpago antes de que estallara el ruido. Es que estaba muy dormida creo.
Se me abrieron los ojos de golpe, yo sé que se me abrieron de golpe. Pero es como tenerlos cerrados. Está todo oscuro. Totalmente oscuro. Miro para el costado y no encuentro las luces verdes de la hora que me orientan en medio de la noche desde la mesa de luz. No hay números. No tengo idea de la hora. No hay luz.
(estiré la mano buscando tu hombro, para darte vuelta despacio hasta que te acomodaras a mi cuerpo y te quedaras, cucharita, abrazándome fuerte, tanteé sólo una vez, no estabas)
Esta noche yo decidí dormir sola. Estoy muerta de miedo. A oscuras.
Afuera diluvia y yo estoy sola.

lunes, 26 de marzo de 2007

Dije no.

Lo dije. Pero no escuchaste cuando te lo dije. Y a partir de ahí todo fue un malentendido. Porque vos seguiste ahí, en medio de la fiesta, bailando e insistiéndome para que bailemos juntos un tema, y otro. Una cerveza, otra y otro tema más.
Ni siquiera escuchaste que yo te dije no. Y te lo dije. Si hasta te movía la cabeza cuando te lo decía. Pero vos, que querías quedarte ahí, olvidándote de todo lo que había pasado antes de entrar, creiste que era el movimiento de mi cabeza al bailar. Pero era un no. Yo dije no y vos no te diste por enterado.
Por eso el malentendido.
Por eso tu sorpresa ahora, que ya salimos de ahí y llegamos a la puerta de casa y vos estás por entrar como cualquier otro día. Y yo te digo no. Acá, parados los dos, sin música, ni baile, ni nada. No, hoy no. Prefiero dormir sola.