En este bar sí que ya soy de acá. Vengo tempranito. Me siento siempre en la misma mesa, la de la ventana que da al parque. Y ni bien me siento, el mozo me prepara directamente el café con leche y el pan tostado con oliva, como si viniera acá de toda la vida. No sé su nombre, pero para mí es otro Chino, como el de cerca de casa. Y dentro de poco no me extrañaría que ya me llame por mi nombre, o hasta quizás termine diciéndome Flaca. Y bueno, una vez acá sentada, recién ahí siento que empieza otro día.
Y acá estoy, con mi cuaderno de hojas cuadriculadas. Con mis libracos, mis papeles y más papeles llenos de clasificaciones. Con mis fugas por la ventana retrasando el comienzo. Con mi vuelta a los papeles y a las plantas. Rodeada del resto de los madrugadores, siempre los mismos, cada uno en su mesa, cada uno en su mundo. Todos acompañándonos.
Ése que acaba de entrar, en cambio, es nuevo. Qué personaje extraño. Con esos pantalones de vestir anchos y un poco gastados, pero prolijos, cuidados. Con esa camisa blanca impecable, abotonada hasta el último botón, marcando la ausencia de corbata. Y el pelo ondulado así, peinado para atrás, que muestra sin disimulo unas cuantas canas, pero no lo hace viejo. Para nada.
No podría darle una edad. Es como un hombre sin tiempo. Atractivo el gallego. Bah, no sé si es gallego. Pero sí, debe serlo. Y raro.
¿Justo enfrente te vas a sentar, hombre-sin-tiempo? Y encima acá, en este país en donde todos pelan sus notbucs con guairles, así, como si fueran cuadernos, ¿venís y sacás un libro? Un libro viejo y destartalado. ¿Cómo voy a hacer para no mirarte?
Imposible.
Lindas manos. Grandes, huesudas, con las venas bien marcadas. Me gustan esas manos en los hombres. No las de dedos como tallos todavía verdes, lisas y sin marcas. Es que ¿qué otra cosa hace a un hombre, hombre, si no son las marcas? Y no hay con qué darle a un hombre ya hombre. Y mirá que se me van siempre los ojos con los pendejitos llenos de fibra e ideales. Mirá que me pueden. Pero ay, cuando aparece un hombre de verdad. De esos que hay pocos. Ahí sí que me pierdo.
Y bueno, ahora voy a tener que esforzarme en concentrarme. Qué se le va a hacer. Pero por lo menos confirmo que soy yo. La Flaca de siempre. Y que no habían dejado de gustarme los tipos. Porque mirá que hay hombres en el laboratorio. Y en la pensión. Y por la calle. Pero ni uno, eh. Ni uno, hasta ahora.
Hace como una hora que estamos así, enfrentados. Y es más fuerte que yo, lo miro cada vez que puedo. Pero nada. Él y su libro. ¿Qué estará leyendo? Mejor vuelvo a mi clasificación, porque si no llego a las trescientas hoy, no llego con la entrega. Pero tiene pinta de leer a Poe, o a Lovecraft. Me encantaría que me leyera un cuento en voz alta en una casa vieja, con poca luz y casi sin muebles. Y morirme de miedo. Para que me abrace fuerte.
Debe tener voz grave, pausada. Y debe entonar las preguntas con un especial acento en las palabras largas. Putamadre, así no voy a volver más a las plantas. Pero más vale que por lo menos haga que sí. No me da para hacerme la lanzada como con el mocito del bar. Ojalá me diera pie. Si se me va el cuerpo de la silla.
Pero no. Él, apenas una mirada. Sólo una vez levantó la vista de su libro. Y la clavó directamente en mis ojos, sin necesidad de buscarlos. Como si no existiese otro lugar donde posarlos. Me traspasó por un instante, serio, calmo, y volvió a su mundo de papel.
Tengo que irme y no quiero. Pero le hago un gesto automático al Chino y ya viene con su bandejita y el papelito blanco con los numeritos del final. Final de nada. De mis ganas de más. Sólo de eso.
Y entonces junto las cosas haciendo ruido a papeles y a sillas moviéndose, con la ilusión de conmoverlo. Pero nada.
Una lástima.
En el momento en que abro la puerta y el ruido de la calle me gana, mi cuerpo ya está lanzado a otro ritmo, empiezo a acelerar el paso, sé que llego tarde. Atrás mío quedó la puerta, a punto de cerrarse, cuando escucho que adentro una voz gruesa pregunta ¿tú sabes cómo se llama?
Una casa con diez pinos
Hace 4 años.
31 comentarios:
Betina (o Flaca, como quieras): precioso, esto que escribiste, precioso. Y Caetano al final, cantando.
Vale la pena esperarte para volver a leerte. Este post es uno de los más vívidos y hermosos que leí en tu blog, Betina.
Éxitos y a no aflojar!
Cass
Me sorprendió mucho el final. Ya estaba pensando el comentario para decirle a la Flaca que la próxima vez fuera un poco más atrevida, pero el final estuvo bueno, muy bueno.
Un hombre como este te haría dejar las historias locas de tu otro blog?
sí, sí, lo mismo pienso, este
minibar salió buenísimo. Es claro
que la flaca está más tranquila; en sus devaneos internos
se vuelve a notar el ritmo tan de ella. Valió el tiempo "el hombre sin tiempo", be.
pd.Parece que el gallego cuando mira sabe bien dónde poner el ojo. Ojo.
pedro, cass y mellizo, me alegro de que les haya gustado (éste a mí, la verdad, también me gustó)
pd. caetano, sublime.
daniel, demasiada intriga la suya, como para respoderle una pregunta como la que hace
ojo con el ojo del gallego, Ojo.
tú lo has dicho!
Estos hombres son los que hacen que vivir valga la pena, aún fugaces, aún desconocidos.
Gracias por tu constancia, viste que ahora estoy intentando ser constante también? ^^
Je veux plus de cétte homme!
Je veux aussi!
(¿está bien escrito?, mi francés es muy básico, toi)
Cada vez somos más los que tenemos la voz grave!
acá los de voz grave son bienvenidos, livio
(ahora no me diga que también manos huesudas, porque no solo la flaca se pone nerviosa frente a esa combinación, eh)
Esto me suena a olvido de los hombres que quedaron aca en Buenos Aires.
Así que brindo por eso!!
Y vos, Betina, dale no dejes de escribir mas capítulos que vale la pena leerte.
Saluds!
P.
Fantástico, sobrecogedor...
Lleno de imágenes, realmente cinematográfico...
Un beso...
Gabriel...
paul@ y gabriel, queridos.
con lectores como ustedes no se siente tanto la falta de la nona!
Hola Betina: tanto tiempo sin pasar por este mundo de la Flaca y veo que ya la tenemos por Madrid! Saldremos a buscarla por los bares frente al parque (el Retiro?) hablando en voz alta.
Besos desde el otro hemisferio
P.
hola pedro! tanto tiempo, es verdad. quién sabe en qué bar se puede encontrar a la flaca, pero ya ves que ella está atenta a los hombres con voz gruesa y manos huesudas. no sé... fijate.
¿Cómo decirte a esta altura? ¿Flaca o Betina? Bello texto, buen final. Gran gusto haberte conocido.
v.,me arrancaste una de las primeras sonrisas de la noche con tu comentario "pero yo te hacía en españaaa!"
y sí, para mí también fue muy lindo conocerte, finalmente.
un beso y espero que sea hasta pronto.
Buen texto. Buen blog.
fatalista,
gracias. gracias.
la mejor noticia es que vas siempre a ese lugar, si no saben tu nombre, al menos saben que pueden encontrarte ahi la proxima vez, no? espero le haya llegado el dato..
Slds!
nikolina, bienvenida al malentendido y sí, ella siempre vuelve. lo que no sabemos es si él volverá.
si él no vuelve, me doy una vuelta yo con mis manos huesudas
al final me voy a terminar poniendo celosa de la flaca, todos se ofrecen, todos se ofrecen...
(siempre bienvenido por aquí, tommy)
La creación supera a la creadora? Jamais! Grandes abrazos para tí, Betina. Estamos esperándote!
Igual déjelo. A ese hombre lo hace mejor, su deseo de dispersión. Ese es el problema de los que están leyendo en los bares. Permiten con facilidad la fantasía.
nah... no siempre es como usted dice, asterion.
sólo a veces
(ah!) toi, querida, es que ando tan vagaaa
(y ah!, asterion, que descreído de todo viene últimamente, hombre, vamos!)
Es que no hay hombre más acostumbrado al desencuentro que el de voz grave, manos huesudas y un libro para leer en el café.
¿next week dadá?
el mozo, qué entidad misteriosa
muy lindo blog
me parece que esta chica
se está divirtiendo en el laberinto de madrid y no quiere contar nada, ¿o qué?.
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